José Ortega y Gasset by Jordi Gracia

José Ortega y Gasset by Jordi Gracia

autor:Jordi Gracia [Gracia, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


NUEVOS HÁBITOS, TRES HIJOS Y OTRO MUNDO

A sus 42 años, hacia 1925, su hijo Miguel pasa de los 14, Soledad ronda los 11 y José apenas cuenta 8, es decir, los pequeños han crecido insospechadamente. Han cambiado también algunas rutinas desde hace un tiempo, sin que la dictadura de Primo de Rivera haya tenido nada que ver, pero sí la plenitud humana de su madurez, libre de actuar sin trabas ni coacciones, activo orientador de una importante editorial y director desde julio de 1923 de la revista más importante de pensamiento en el ámbito hispánico, Revista de Occidente, además de la puesta en marcha de unas fundamentales ediciones. La agitación ansiosa de las crisis políticas de los años diez, de los momentos solemnes y la gravedad nerviosa de la historia entre 1917 y 1920 se ha disuelto y la dictadura no va a disparar otra vez el nervio político de Ortega, al menos hasta dentro de unos años.

Ortega vive ya donde tiene que vivir, en un piso elevado, el último, en una finca de la calle Serrano, en el número 47 (hoy 53), esquina con Marqués de Villamayor. El nacimiento del tercer hijo, José, en noviembre de 1916 obligó a un traslado de domicilio desde la calle Zurbarán a la nueva, dentro del mismo barrio de Salamanca, en el verano de 1918. Hay que imaginar una zona sin tráfico rodado ni casi peatonal, residencial y apartada, con un puesto de flores en primavera y una castañera en otoño, el voceador del periódico y la pasajera trepidación de los tranvías amarillos. El piso es grande y de techo bajo, con suelo de madera y libros dispersos o amontonados por todas partes, o tan amontonados como los niños, según recuerdo seguramente inventado pero feliz de Julio Caro Baroja, que también evoca lo que a él mismo, ya de por sí raro, le parecía «una rara pareja», la de Rosa y Pepe: «con ella los chicos… y también los viejos», aunque nadie, ni tampoco Julio Caro, rebaja la paternidad activa de Ortega.

Y desde luego el consabido largo pasillo rematado con una terraza y, al lado, en esa otra punta de la casa, las habitaciones y cuartos tanto de la madre como de los hijos y el servicio. La legendaria cocinera de la familia, Elisa Puertas, natural de Venta de Baños y custodia de la casa durante la guerra, está ahí desde siempre, celosa de sus poderes, enérgica y cetrina. Y en algún sitio más debieron encontrar espacio para que la galga rusa de Rosa, Taiga, se tendiera sobre el sofá (otro recuerdo compartido por los hijos), y lo mismo vale para el rincón del piano y la amplia mesa del comedor, capaz de albergar al desesperado escritor que usa la única mesa libre de libros y papeles de la casa (que es la de comer), poblada de niños con sus propias escrituras: en casa Miguel es Miguelín, Soledad es Sole y José es Pepe. Y por supuesto, ya está también la enorme estufa



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